Ir al contenido principal

Si no existiera Cuba









Sin esa isla que pese a mucho aún es el intento de idea de Fidel, no sé qué serías. Acaso hambre olvidada o ficción reconocida. Acaso bonitas y creativas palabras, de esas que azuzan el ingenio y alborotan al corazón; cuento de contemporáneos príncipes azules, de los que nunca llegan porque han dejado de creer en el mundo, porque prefieren salir de compras y dejar el amor para las películas cursis de domingo. Acaso serías lo que eras cuando no me tenías. Tal vez tu vida tendría los matices de antaño, todavía no podrías sentir el color-luz que invade tu cuerpo cuando dejas la ventana abierta para que ingrese a tus sueños. Posiblemente tu risa y brillo de ojos no tendrían la calidad de vida que ahora noto.




Sin ese lugar bloqueado que aún mantiene un irónico espíritu de lucha no sé lo que yo sería. Acaso un sueño de mar melancolía tuyo, isla no explorada. Acaso también se modificaría el brillo de mis ojos y emigrarían de mi cuerpo las mariposas que arribaron desde que mi nombre se tornó tu grito de guerra. Acaso seguiría hinchándose el saco de mis excusas para no dejar mi pequeño confort y los celos ridículos ni siquiera se asomarían por mi camino. Tal vez mi risa canto se tornaría triste, sarcástica y al final nada, pozo vacío. Posiblemente no conocería la sensación tan fantástica y terrible de desearte, de creerte concebido para que nos encontráramos y viviéramos juntos, como esos amores de antaño que eran para siempre, pero nosotros sabríamos que el amor dura lo que dura y es eterno hasta que se termina, aunque no lo comprenderíamos por sentirnos absurdamente infinitos.




Sin ese pellizco de tierra rodeado de azul tranquilo tal vez intercambiaríamos saludos, hablaríamos del clima y nos recomendaríamos ideas, igual y algún sentimiento cruzaría por nuestros pies y nos haría dar un leve tropiezo para luego volver cada quien a su mundo, convencidos de los imposibles.




Confieso que aún con ese pedacito de cielo corrompido, en mi poblada ciudad hay días pesados y noches frías, y la fuerte impresión de que Cuba no existe, que la inventé para darte coherencia y mantenerte cerca, porque aún con Cuba cierta tú eres lejanía, piel no sentida ni labios probados.






Lo que me queda claro es que sin Cuba no pensaría constantemente en nosotros, el Che no sería un producto casi-vacío de la modernidad y este texto no contendría la palabra Cuba y por tanto, no existiría.







Comentarios

Entradas populares de este blog

Martha hacedora de filas

¿Qué sabes tú de mí que he pasado más de 20 años a la espera? Resonaba esa frase neblina de un octubre sin lluvias que carcomía de frío a los huesos expuestos. En medio del parque, solitaria, estaba Martha espera sintiéndose extraña en una ciudad automatizada donde la inmediatez era ya. Y ella sin poder sentirse útil pues su experiencia en 20 años de espera no había sido como la de cualquiera que aprende a vencer su cuerpo al aire y a dejar su mente suspensa... porque ella se especializó en filas. Sí, en esperar en filas. Filas que se organizaban por orden de llegada, por preferencia de sexo o de status, o de gravedad, por gustos o tamaños o edades; filas de uno o de mil a espera de avanzar hacia algo moviéndose con cadencia. Esta peculiaridad la capacitaba para pensar frecuentemente en cómo escapar de ellas, en cómo aprovechar las más cortas o las más rápidas o en cómo no salirse de control y evitar las frustraciones que provocaban. Aprendió también a hacerlas con gusto y hast

José solo y Martha sombra

Un fantasma andante sin identificación ni temporalidad, así se encontró José a sí mismo a inicio de su existencia, luego de abrir por primera vez los ojos. Ya con visión, procede el trastabilleo de las piernas que lo pretenden sostener y trasladar. La sensación de la firmeza de la tierra se convirtió en su primer recuerdo, el segundo fue descubrir a una intrusa. La vio tímida al inicio, como quien no quiere pero al final, se da a lo grande. Aquella forastera salida de la incertidumbre se ató fuertemente a sus pies y comenzó a seguirlo durante el día. Tan acostumbrado a la soledad que había durado sus cinco primeros instantes de vida, que la idea de que alguien le sujetara le causó repulsión. Intentó de todo para desafanarse de esa carga pero todo inútil fue, menos esperar la ocultación solar y revelar que las noches eran enteramente para él. De día aprendió a inhalar el calor húmedo del ambiente y a llevar su ritmo, sin rumbo ni oficio ni beneficio arrastraba con fastidio esa zán

E agora José?

A propósito do poema de Carlos Drummond de Andrade José acorda e fica na cama, minutos, sem pensar em nada, horas, com a mente detida num ponto branco, anos que se esgotam exigindo o início, uma segunda oportunidade, para remendar os erros, embora os fios acabaram. Existe a certeza de que esse corpo tem vida pelo movimento quase imperceptível do seu peito. Se não fosse pela fome, sintoma subtil de quem ainda quer andar, seria como um dos imortais de Borges: Seria como aquele inextinguível que fica deitado no chão sem se mover, sem se importar com a chuva, com o frio ou com o calor; como aquele eterno que permanece com um ninho no ventre, com a pele cinzenta, sem falar, tentando esquecer a vida. Só pela exigência do corpo, forte fome, é que se põe de pé, vagarosamente, e volta a caminhar. Na rua, as pessoas olham para ele com pena. Às suas costas o rumo dos homens o trata por perdedor, vencido, e é o que ele é. Antes, há séculos, todas as mulheres o admiravam, gostavam do brilho no