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Mostrando entradas de marzo, 2015

Balada triste de trompeta

La idea era muy básica: entrar al escenario y causar risas. Entre el inicio y el producto final uno tenía cinco minutos para preparar la receta mágica y hacerse de los ingredientes, que siempre coincidían en ser uno mismo. Yo intenté presentarme con un hermoso brillo en los ojos, abrirlos muy muy grandes, léase que se me veían abiertos, y hacer algo. Lo intenté. Al primer paso me sentí sofocada, decidí, de última, cantar "Gracias a la vida" de Violeta Parra pero la falta de aire llegó a mis cuerdas vocales. Entrecortados los sonidos me oía lastimada, emitía lamentos acompañados, cada vez más, de saladas lágrimas. Era inverosímil, una canción de agradecimiento con alguien que la emitía como si le doliera la vida. Poco a poco todos comenzaron a llorar, yo no pude continuar y salí. Los aplausos fueron muchos pero más los abrazos. Dos minutos en el escenario contra un mes de nostalgia, estar ahí, cantar esa canción, me hizo algo. Hoy comparo esta escena con mi película

Tan panteras...

Lo siguiente se encontró en una revista de hombres: "Era el instinto, parece que cada cierto tiempo tienen que volverse locas y no entienden de razones. Así son las mujeres panteras, lobas, incontenibles. ¿Y uno qué culpa tiene de que este mundo no se forjó para ellas? No saben comunicarse civilizadamente, llevan al límite la vida y las pequeñas cosas siempre son gigantes para ellas. Recuerdo el caso de Pío. Pío era pequeño y delgado, piel dorada y curtida. Iba desnudo por la vida, sin importar el frío cortante o el abrasante sol. La ropa, cualquier trapo, le era insoportable. Por todo lo demás, Pío, de joven, era extraordinario. Parlaba en cinco idiomas de política, proyectos de frontera, filosofía... pero el tiempo y el mundo se encargaron de hacerle saber que su dimensión estaba equivocada. Ya a los treinta vivía en la clínica, sin voz, como un frágil pajarito en cunclillas que, de vez en vez, abría sus brazos alas y sonreía a la vida. El problema  de Pío es el mismo