Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2013

Sé de poco lo mucho que te extrañaré

Sé de alguien corazón de pollo que se hacía lluvia en las despedidas, y de otro que repetía la presencia a punto de la partida. Sé de una isla en la que la salida de alguien se vuelve tristeza nacional, pues no se sabe si volverá el que cruza el mar. También sé de la historia de la Matilde y su filosofía de "mejor buenos recuerdos que un pasado al olvido"... pero no sé cómo continua el cuento de la lejanía y menos cómo dormir tranquila sin que me abraces y leas una de esas de Ibargüengoitia o de la lista interminable de lecturas pendientes que nos inventamos y a veces cumplimos y otras tantas no, y en definitiva no sé que es eso de despertar sin reír y bailar contigo.

Ojitos pajaritos

Se le ve con las facciones tensas, intentando traer al corazón la sensación en sus pies siempre caminantes, andantes de pueblos y riveras. Esos pies poco cansados y más bien entusiastas de recorridos. Esos que ahora le son inservibles. Colocaron su silla de ruedas frente a la imagen de una mujer morena de mirada intensa y sonrisa confiada. Todo el día la mira recordando sus ayeres de movilidad, el pasado. Secretamente ella también le observa con curiosidad y la compasión hace que abandone su espasmo. Él por segundos descuida su dura cara y se sorprende, le quiere, le deja. Ella sin apuro ni extrañeza extrae sus ojos y los une a los suyos. Emprenden el vuelo. A lo lejos y a lo cerca se extienden panoramas y fríos blancos de cristal, verdes húmedos de grandes árboles, azules claros por la profundidad, grises apurados de edificios humeantes... caminos por el cielo que le llevan a todo y lo devuelven a su silla. Lo encuentran como nunca, la Mona Lisa en su sonrisa y unas cue

La cama

A él se le cruzan sueños de grandeza y a mí de supervivencia. Los contamos con atención, hablamos de los colores y del control. Yo no puedo levantarme por más anuncios que de lo contrario dé. Él lo sabe, así que continua la plática y me trae pastillas para el dolor.

¿Y mi cuadernito dónde está?

* Utiliza la escritura como evasión ¿qué no lo ve? Además cada que alguien se le acerca intenta morderlo, un pedacito no más, dice con su maldita voz de buena gente. Si no escribiera también... Claro, si no escribiera tan bien y no dejase tantas regalías, ¿no? Bueno pero sino de dónde comía y de qué vivía, yo no estoy en condiciones, usted lo sabe, y pues bueno, he de cobrar alguito hasta por recordarle que use calcetines, sino el pobre ya muerto de pulmonía estaría. En fin, sabe que esas pastillas no se las tomará y que si lo hace dejará su ritmo: tres cuartillas por día religiosamente. Cuando murió su madre salió hasta terminar las benditas tres, solo cuando murió el cholo interrumpió para pedirme que lo sacara de su cuarto y lo enterrara en el patio, para que eternamente lo cuidara. Y si de por sí es imposible, si deja de escribir como hasta ahora se vuelve loco. No se ría, que no es broma, usted no lo ha visto. Hace tres años sufrió una crisis, no podía con la página

¿El continuo?

" No te derrumbes.   No sepas lo que pasa ni lo que ocurre. " Miguel Hernández  La palabra perdida en el frío y la voz enclaustrada en el gris, la mirada no exhalada y el cielo tan cielo siempre... tan libre. ¿Tú? Tú tan corto de posibilidad, tan atado al suelo, tan cojo y torpe para caminar. ¿Y yo? Espectadora durmiente que simplemente prefiere olvidar.

No confíe en mí

Hoy todo el día estuve platicando conmigo. Me dije muchas cosas, me escuché otras tantas y el diálogo fue mortalmente fructífero. Tropeles pisaban mis identidades. Todas las voces salían y se ahogaban entre ellas. En el respiro, en el silencio, todo se podía escuchar con mayor claridad; dos aullidos destacaron al principio: el primero abogaba por la conservación, el segundo por la transformación. Lo irritante y agudo del primero venció: el yo se conservaría pesara lo que pesara y a quien le pesara, incluyendo a mi persona. Golpe al corazón que, gracias a los nervios imaginarios que salen hacia las extremidades, le hizo sufrir al cuerpo un atormentado escalofrío de adioses: no volvería a ser la misma. El dictado cimbró cada célula. Cualquier pasión tenía que ser saboteada. La estrategia: saturación de actividades inconexas, automatismos, críticas sinsentido, amistades carentes de brillo en los ojos, palabras de fuego ficticio, lenguas bífidas, vida rutinari

Az o tea

Mi azotea, con Pablo pintando, quemando, aventando incandecencias a la iglesia para no estallar. Mi azotea sin sostén por el día de la mujer y dos caballeros fotografiando: libertad gritada. Mi azotea con Ferry todas las mañanas cargando su silla, acomodándola y bebiendo café en olla de barro, respirando un México al que despierta con su violín chillidos de gato. Mi azotea con noches de amigos, tzikbales, vino o cerveza, con quienes hablan por los codos, discuten por el placer de hacerlo, o quienes, como yo, callan por aburridos y duermen temprano, intentando pasar desapercibidos. Mi azotea mirando a una casa en ruinas con algunos azulejos amarillos, azules, blancos, mirando Bellas Artes y la iglesia que descubre decaída, cuyo nombre nunca he querido recordar. Mi azotea presenciando las primeras reuniones de la maestría, de noche, con el miedo a caer y desaparecer que, creo, nos marcará por siempre. Mi azotea estrellada por botellas que algún pseudo poeta castiga, tan hijo de pu

Quito inicio

-No son 5 minutos niña, entienda, eso está a una hora- Luego de una pelea casi a muerte con los que yo creía eran los tercos taxistas, comprendí que me mandaron mal la dirección. Quince minutos después, al intentar por todos los medios abrir la última puerta para ingresar a mi nuevo hospedaje, di cuenta de que no avisaron de mi llegada. Cinco horas más tarde, tal como imaginé, el chofer ni paseó sus luces por la casa. A punto del drama incitado por mi menstruación, triste por el frío y el resfriado que me envolvió, justifiqué la falta de atención a mi persona, y hasta ahora no le he dado mayor importancia conscientemente. Los tres primeros días andaba con el cuerpo hormigueante y la cabeza suspendida, presionada. Sonreía pero no entendía que ya trabajaba, que era extranjera. El malestar, me enteré después, era por el mal de altura, una inyección bastó para volver al piso y apreciar tan lindo cielo. La inyección y encontrarme con Alex de la Iglesia en un cine comercial, o conoce