Labios
higos con dulce de leche, labios chocolate derretido, labios azucena y miel, tan
públicos, tan públicos y poco míos. Y esos ojos con ausencia de mí, tan
almendra negra que vela a las almas tristes. Mi cuerpo extraña tu abrazo, ese
contacto suave y firme de suspiros profundos. La cobardía me cubre casi en la
totalidad, solo mis dedos, que escriben este texto, han quedado desprotegidos y
se sublevan, pero qué pueden hacer esos pequeños frágiles que se entumen todas
las mañanas.
Te hubiese
gustado estar aquí, la nostalgia bajó hoy por las montañas en forma de neblina
y nos cubrió a todos. No alcanzo a ver nada a mi paso, solo luces borrosas en
una calle trémula e indiferente. Me imagino que hoy es luna llena y tú no la
verás, preferirás quedarte en casa porque escuchaste que en noches de luna
llena la bestia se apodera de todos y los índices de crímenes y accidentes
aumentan. Te gusta creer tonterías y entonces no estarás caminando bajo la
misma luna por la que apenas si avanzo.
Mis dedos
sublevados quieren decirte que te extraño más que menos, que estoy perdiendo la
fe en la vida y que me he vuelto una máquina de quejas. Más valdrían los encierros
que ver a alguien que se ha perdido y sentir lástima por él. También te dirán
que todas las mañanas tomo un café cubano delicioso y siento cómo el verdor de
las montañas se incorpora en mis pulmones, por tanto, estos dedos creen que
todavía hay restos de humano en mí.
Si yo no
fuera tan cobarde, Martha de mi vida, estos dedos no te estarían escribiendo y
tus labios, con los míos, dejarían de ser públicos y estarían más estrechos.
Mabel Carsot
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