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No confíe en mí






Hoy todo el día estuve platicando conmigo. Me dije muchas cosas, me escuché otras tantas y el diálogo fue mortalmente fructífero.

Tropeles pisaban mis identidades. Todas las voces salían y se ahogaban entre ellas. En el respiro, en el silencio, todo se podía escuchar con mayor claridad; dos aullidos destacaron al principio: el primero abogaba por la conservación, el segundo por la transformación. Lo irritante y agudo del primero venció: el yo se conservaría pesara lo que pesara y a quien le pesara, incluyendo a mi persona. Golpe al corazón que, gracias a los nervios imaginarios que salen hacia las extremidades, le hizo sufrir al cuerpo un atormentado escalofrío de adioses: no volvería a ser la misma.

El dictado cimbró cada célula. Cualquier pasión tenía que ser saboteada. La estrategia: saturación de actividades inconexas, automatismos, críticas sinsentido, amistades carentes de brillo en los ojos, palabras de fuego ficticio, lenguas bífidas, vida rutinaria, implantación del miedo a lo desconocido, inhabilitación para creer y crear, anulación de un yo capaz de soportar lo cotidiano y de reconocer lo extraordinario en situación de resistencia.

Ahora usted viene con una propuesta y yo le cuento esto, le digo que cualquier cuestión planteada es de pérdida. 

Disculpe usted -y mi sonrisa de ironía asoma- si mañana le traiciono.

Hay que seguir, seguir, seguir, simplemente seguir. No importa si con la mirada al suelo o al cielo, si agachado o con pecho en alto, arrastrado, lamiendo zapatos, obligando a que se hinquen a mi paso, sonriendo, chillando, vomitando, con muertes a cuesta… no importa mientras se siga, aunque se pierda el alma.

Así le soy sincera. No soportaría la tortura de una detención, seguro que en las amenazas suelto todo. Pero sé que a los jodedores no les interesaría lo que les pueda decir, sino el efecto a causar: quiebre de nuestra unión y moraleja para cualquiera: no te metas o te manchas. Por eso luego de la detención pasaría a la prisión, y yo quebrada/deshuesada, sacada de contexto, de sueños, comodidades, comida caliente, seguridad en casa, buenos olores, ¿miedo? ¿Cobardía? ¿Adiós a los ideales? ¿Neta tenía ideales o perico era? ¿Qué hacer? ¿Separatismo? ¿Entreguismo? ¿Amiguismo al mejor postor? ¡Claro! Todo, cualquier cosa para preservar, para sobrevivir, aún si eso significa nunca llegar a vivir.

Le aviso a usted que no es yo, que se cuide de mí, que no confíe, que soy débil y de lengua suelta. Dé vuelta con sus esperanzas, esas no me alcanzan. Dé vuelta con sus sueños, que a pesadillas los siento. Dé vuelta con su desobediencia, que h/a pecado me suena. Evidencio. A la primera de cambio, le cambio, sin consideraciones ni congojas, cero culpas y reflexiones. Ya lo sabe, dese por perdido, usted y todo lo que representa; dese por delatado y acabado. Recuérdeme, a mi rostro, mirada por mirada que a la suya equipara.

Pero usted (y la burra vuelve al trigo) de vuelta con sus ideales que, por lejanos y laboriosos, por justos y difíciles, por revolucionarios y transgresores, me salen caros, lentos, dolorosos e inhumanos.

Ya lo sabe: el día de mañana, sin miramientos, le mato.

Favor de agradecerme con una gardenia.



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