Ir al contenido principal

¿Y mi cuadernito dónde está?

*



Utiliza la escritura como evasión ¿qué no lo ve? Además cada que alguien se le acerca intenta morderlo, un pedacito no más, dice con su maldita voz de buena gente. Si no escribiera también... Claro, si no escribiera tan bien y no dejase tantas regalías, ¿no? Bueno pero sino de dónde comía y de qué vivía, yo no estoy en condiciones, usted lo sabe, y pues bueno, he de cobrar alguito hasta por recordarle que use calcetines, sino el pobre ya muerto de pulmonía estaría.

En fin, sabe que esas pastillas no se las tomará y que si lo hace dejará su ritmo: tres cuartillas por día religiosamente. Cuando murió su madre salió hasta terminar las benditas tres, solo cuando murió el cholo interrumpió para pedirme que lo sacara de su cuarto y lo enterrara en el patio, para que eternamente lo cuidara. Y si de por sí es imposible, si deja de escribir como hasta ahora se vuelve loco.

No se ría, que no es broma, usted no lo ha visto. Hace tres años sufrió una crisis, no podía con la página en blanco que todo escritor novato supera, pero para él, con su ego y sus años de experiencia, eso se tornó infernal. ¿Que qué hizo? Pues esa horrible cicatriz que dice es de nacimiento fue por quebrar el vidrio del ventanal. ¡Soy libre! gritó como pajarito, y ya lo ve, no solo es débil sino torpe e idiota, antes de brincar y llegar afuera tropezó y cayó en el marco de la ventana, con los cristales puntiagudos... Y yo, me hubiera visto tratando de sacar tanta sangre, pobre de mí, tres días sin dormir no solo por el herido, el olor me disgustaba tanto que cambié el piso, sí, nadie podía en esas condiciones, y claro, como se lo imagina nadie quiso ayudar (malditos insensibles).  Y él, él como si nada, luego de su fallido lanzamiento a la libertad y de que yo no pegara un ojo para descansar, él como si nada, que ya le dije, lo único fue que descubrió cómo ir contra las páginas en blanco y por otros dos días no me dejó dormir, me puso a colorearlas.

* Imagen de Intton Godelg

Comentarios

Entradas populares de este blog

Martha hacedora de filas

¿Qué sabes tú de mí que he pasado más de 20 años a la espera? Resonaba esa frase neblina de un octubre sin lluvias que carcomía de frío a los huesos expuestos. En medio del parque, solitaria, estaba Martha espera sintiéndose extraña en una ciudad automatizada donde la inmediatez era ya. Y ella sin poder sentirse útil pues su experiencia en 20 años de espera no había sido como la de cualquiera que aprende a vencer su cuerpo al aire y a dejar su mente suspensa... porque ella se especializó en filas. Sí, en esperar en filas. Filas que se organizaban por orden de llegada, por preferencia de sexo o de status, o de gravedad, por gustos o tamaños o edades; filas de uno o de mil a espera de avanzar hacia algo moviéndose con cadencia. Esta peculiaridad la capacitaba para pensar frecuentemente en cómo escapar de ellas, en cómo aprovechar las más cortas o las más rápidas o en cómo no salirse de control y evitar las frustraciones que provocaban. Aprendió también a hacerlas con gusto y hast

José solo y Martha sombra

Un fantasma andante sin identificación ni temporalidad, así se encontró José a sí mismo a inicio de su existencia, luego de abrir por primera vez los ojos. Ya con visión, procede el trastabilleo de las piernas que lo pretenden sostener y trasladar. La sensación de la firmeza de la tierra se convirtió en su primer recuerdo, el segundo fue descubrir a una intrusa. La vio tímida al inicio, como quien no quiere pero al final, se da a lo grande. Aquella forastera salida de la incertidumbre se ató fuertemente a sus pies y comenzó a seguirlo durante el día. Tan acostumbrado a la soledad que había durado sus cinco primeros instantes de vida, que la idea de que alguien le sujetara le causó repulsión. Intentó de todo para desafanarse de esa carga pero todo inútil fue, menos esperar la ocultación solar y revelar que las noches eran enteramente para él. De día aprendió a inhalar el calor húmedo del ambiente y a llevar su ritmo, sin rumbo ni oficio ni beneficio arrastraba con fastidio esa zán

E agora José?

A propósito do poema de Carlos Drummond de Andrade José acorda e fica na cama, minutos, sem pensar em nada, horas, com a mente detida num ponto branco, anos que se esgotam exigindo o início, uma segunda oportunidade, para remendar os erros, embora os fios acabaram. Existe a certeza de que esse corpo tem vida pelo movimento quase imperceptível do seu peito. Se não fosse pela fome, sintoma subtil de quem ainda quer andar, seria como um dos imortais de Borges: Seria como aquele inextinguível que fica deitado no chão sem se mover, sem se importar com a chuva, com o frio ou com o calor; como aquele eterno que permanece com um ninho no ventre, com a pele cinzenta, sem falar, tentando esquecer a vida. Só pela exigência do corpo, forte fome, é que se põe de pé, vagarosamente, e volta a caminhar. Na rua, as pessoas olham para ele com pena. Às suas costas o rumo dos homens o trata por perdedor, vencido, e é o que ele é. Antes, há séculos, todas as mulheres o admiravam, gostavam do brilho no