Ir al contenido principal

In-con-prensión




Y me imagino un mundo lleno de muerte y asesinato, me lo imagino porque no lo tiento. Pero percibo que es un mundo concebido por otros que lo efectúan y yo no lo entiendo a la lejanía. Comenzó una guerra y por ideologías y poder desaparece gente, tan fácil es terminar con una vida humana. Tú vienes de ese mundo, tu melancolía se da por arrastrar la historia de los desaparecidos. Por eso no puedes erguirte, pesa la vida con sabor amargo, pesa tristeza, pesa ojos profundos que invaden este suelo de ignorancia.

¿Y qué hacer con este pesar incomprendido? ¿Cómo aligerar la vida? ¿Cómo sabiendo que los matan y que la prepotencia se te deja sentir en cada recuerdo? ¿Cómo si tu familia está a merced de ese otro al que no le interesa el calor de los alientos?

Y yo a lo lejos te veo y se me va la voz, se me escapa el aire para apoyarte, jamás viene la idea que resuene en algo valioso. No sólo son kilómetros de distancia, es mi falta de vivencias similares, la problemática de la empatía cuando jamás he conocido un bombardeo frecuente a casa ni me he confrontado a un pueblo que nos quiere desaparecer, tirando símbolos y volviendo absurda la vida.

Y desde mi pequeñez, desde mi ingenuidad, desde mi falta de ese tipo de peso, te ofrezco un abrazo y una escucha, una sonrisa y diálogos para mantener cierta alegría de vivir.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Martha hacedora de filas

¿Qué sabes tú de mí que he pasado más de 20 años a la espera? Resonaba esa frase neblina de un octubre sin lluvias que carcomía de frío a los huesos expuestos. En medio del parque, solitaria, estaba Martha espera sintiéndose extraña en una ciudad automatizada donde la inmediatez era ya. Y ella sin poder sentirse útil pues su experiencia en 20 años de espera no había sido como la de cualquiera que aprende a vencer su cuerpo al aire y a dejar su mente suspensa... porque ella se especializó en filas. Sí, en esperar en filas. Filas que se organizaban por orden de llegada, por preferencia de sexo o de status, o de gravedad, por gustos o tamaños o edades; filas de uno o de mil a espera de avanzar hacia algo moviéndose con cadencia. Esta peculiaridad la capacitaba para pensar frecuentemente en cómo escapar de ellas, en cómo aprovechar las más cortas o las más rápidas o en cómo no salirse de control y evitar las frustraciones que provocaban. Aprendió también a hacerlas con gusto y hast

José solo y Martha sombra

Un fantasma andante sin identificación ni temporalidad, así se encontró José a sí mismo a inicio de su existencia, luego de abrir por primera vez los ojos. Ya con visión, procede el trastabilleo de las piernas que lo pretenden sostener y trasladar. La sensación de la firmeza de la tierra se convirtió en su primer recuerdo, el segundo fue descubrir a una intrusa. La vio tímida al inicio, como quien no quiere pero al final, se da a lo grande. Aquella forastera salida de la incertidumbre se ató fuertemente a sus pies y comenzó a seguirlo durante el día. Tan acostumbrado a la soledad que había durado sus cinco primeros instantes de vida, que la idea de que alguien le sujetara le causó repulsión. Intentó de todo para desafanarse de esa carga pero todo inútil fue, menos esperar la ocultación solar y revelar que las noches eran enteramente para él. De día aprendió a inhalar el calor húmedo del ambiente y a llevar su ritmo, sin rumbo ni oficio ni beneficio arrastraba con fastidio esa zán

E agora José?

A propósito do poema de Carlos Drummond de Andrade José acorda e fica na cama, minutos, sem pensar em nada, horas, com a mente detida num ponto branco, anos que se esgotam exigindo o início, uma segunda oportunidade, para remendar os erros, embora os fios acabaram. Existe a certeza de que esse corpo tem vida pelo movimento quase imperceptível do seu peito. Se não fosse pela fome, sintoma subtil de quem ainda quer andar, seria como um dos imortais de Borges: Seria como aquele inextinguível que fica deitado no chão sem se mover, sem se importar com a chuva, com o frio ou com o calor; como aquele eterno que permanece com um ninho no ventre, com a pele cinzenta, sem falar, tentando esquecer a vida. Só pela exigência do corpo, forte fome, é que se põe de pé, vagarosamente, e volta a caminhar. Na rua, as pessoas olham para ele com pena. Às suas costas o rumo dos homens o trata por perdedor, vencido, e é o que ele é. Antes, há séculos, todas as mulheres o admiravam, gostavam do brilho no