Y me imagino un mundo lleno de muerte y asesinato, me lo imagino porque no lo tiento. Pero percibo que es un mundo concebido por otros que lo efectúan y yo no lo entiendo a la lejanía. Comenzó una guerra y por ideologías y poder desaparece gente, tan fácil es terminar con una vida humana. Tú vienes de ese mundo, tu melancolía se da por arrastrar la historia de los desaparecidos. Por eso no puedes erguirte, pesa la vida con sabor amargo, pesa tristeza, pesa ojos profundos que invaden este suelo de ignorancia.
¿Y qué hacer con este pesar incomprendido? ¿Cómo aligerar la vida? ¿Cómo sabiendo que los matan y que la prepotencia se te deja sentir en cada recuerdo? ¿Cómo si tu familia está a merced de ese otro al que no le interesa el calor de los alientos?
Y yo a lo lejos te veo y se me va la voz, se me escapa el aire para apoyarte, jamás viene la idea que resuene en algo valioso. No sólo son kilómetros de distancia, es mi falta de vivencias similares, la problemática de la empatía cuando jamás he conocido un bombardeo frecuente a casa ni me he confrontado a un pueblo que nos quiere desaparecer, tirando símbolos y volviendo absurda la vida.
Y desde mi pequeñez, desde mi ingenuidad, desde mi falta de ese tipo de peso, te ofrezco un abrazo y una escucha, una sonrisa y diálogos para mantener cierta alegría de vivir.
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