Le dijeron que había mamado demasiadas tonterías, que tenía los ojos de su madre.
Escuchó en silencio mientras se abría el cielo y se le secaba la carne: no sólo los ojos y caminar sino los odios, rencores y placeres. Ah caray, ¿la leche incluía todo eso?
El aturdimiento del primer impacto permitió el asco y luego de poder respirar y romper con la petrificación, tomó el cuchillo. Ya no más mamadas literales, tenía que cortar la fuente.
¿Cómo descuartizar a su madre? Bueno, eso ni se lo preguntó porque cuando captó la realidad de rojo se teñían sus manos... Sí lloró, no por el crimen sino por lo muerto, por esa vida sin retorno.
Inhala, más profundo, más, más... y descubrió que no era su madre.
Maldición, ¿tanto para tan poco? ¿o tan poco para ese tanto que era la muerte de otro ser sin lograr el objetivo deseado? Y no, no era cualquiera su madre, o ya lo era por muerta. Antes la que le dio vida y crio con amor, comprensión, y todas esas cosas que se dice debe dar una "buena" madre, ahora costal de huesos apestosos del que se tenía que deshacer.
Si no su madre, ¿quién?
Poco a poco emergió, la tierra resbalaba de sus ojos y aunque le entraba por los poros, dio cuenta: la madre no, no ella, no solo ella. Era lo que venía a través de su madre y de la tele y del profesor del colegio y de la tortillera y de las canciones de la radio y del novio y de la heroína como sujeto humanoide...
¿Qué era eso que la marcaba como ganado?
La sociedad o suciedad o zoociedad como le nombran los cartoneros.
Era ella... ella la que se introducía siempre y en todo, todo era sociedad ¿y acabar con ella era la esperanza de libertad?
Algo tenía que tratar y decidió pensar... -lo externo es interno- le susurraron, -el espejo-, -calla y vive-, -mata y muere-... retumbó el -mata y muere-, -mata y muere-, -mata y muere-...-muere-, -muere-.
Al final: qué es uno mismo sino sociedad.
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