La estación Bellas Artes cerrada, bajé en Allende. A la salida tres colores sobresalía y dos tipos de sujetos. De amarillo jóvenes de la UACM, voluntarios en la Cumbre Mundial de Líderes Locales y Regionales, guiando a extranjeros. De negro y verde, hombres. Sólo “seguridad” decía en lo que parecían uniformes de negro, sin ningún otro tipo de identificación. El verde era el más poblado, acompañado de escopetas y pistolas que en grupos custodiaban todo. –¡Maldición!- pensé. Seguí caminando, el amarillo disminuía y el verde invadía más campo visual mientras mi cuerpo enflaquecía. -¿Por qué están aquí? Fue ayer que abrieron Bellas Artes, no hoy, ¿qué sucede?- pensaba más rápido en tanto me intimidaban los ojos verdes y sus armas. Ya en el palacio citado me acerqué a un grupo de casi 7 militares. Como gato a solicitar cariño intervine –Buenos días, disculpen, ¿por qué hay tanto militar?-, sin embargo se despertaron miradas incómodas y silencios, los cuerpos se apartaron unos centímetros de mi. Al unísono voltearon a ver al más alto que difería un poco en el uniforme, supuse que era su superior. Este sujeto con voz resonante -¿Cómo?-, sonreí tiernamente y volví a preguntar: -¿Qué por qué hay tanto militar?-, -Ah, por el desfile… para proteger a la sociedad civil-, -mmm, gracias- decía mientras el rojo se alojaba en mi cabeza. Me aparté seguida por su desconfianza. ¡Claro, el desfile!, hoy es 20 de noviembre, ¡el centenario!, se me había olvidado.
¿Qué sabes tú de mí que he pasado más de 20 años a la espera? Resonaba esa frase neblina de un octubre sin lluvias que carcomía de frío a los huesos expuestos. En medio del parque, solitaria, estaba Martha espera sintiéndose extraña en una ciudad automatizada donde la inmediatez era ya. Y ella sin poder sentirse útil pues su experiencia en 20 años de espera no había sido como la de cualquiera que aprende a vencer su cuerpo al aire y a dejar su mente suspensa... porque ella se especializó en filas. Sí, en esperar en filas. Filas que se organizaban por orden de llegada, por preferencia de sexo o de status, o de gravedad, por gustos o tamaños o edades; filas de uno o de mil a espera de avanzar hacia algo moviéndose con cadencia. Esta peculiaridad la capacitaba para pensar frecuentemente en cómo escapar de ellas, en cómo aprovechar las más cortas o las más rápidas o en cómo no salirse de control y evitar las frustraciones que provocaban. Aprendió también a hacerlas con gusto y hast
Comentarios
Publicar un comentario