A José, tan solo con mirar sus ojos se le comenzaba a endurecer el miembro, quedaba con el deseo en la punta listo para saciarlo. El corazón le palpitaba como ejército a punto de abalanzarse contra sus enemigos. Contenía la respiración por el hechizo de tan espectacular mujer. Él ya la conocía, ya la tenía desnuda en su mente, Martha lo conoció parado, y más que pensar en lo desagradable que el asunto pudo ser, cuando dio cuenta, el color-calor le subió a la cara, le humedeció. Cuerpo y deseo en danza de mar, en ese vaivén rítmico que exige más... ¿circunstancias erróneas? Cada uno duda, ambos contienen las ganas y le ordenan a sus piernas avanzar pero la dirección no les queda clara. Otros dos atónitos, antes protagonistas ahora espectadores de un beso desbordante, pechos juntos, manos restregadas, olores inundantes... espectadores que se indignan en la perplejidad de ver a sus parejas gozar espontáneamente con supuestos extraños... se alejan ...
Confabulaciones mentales del cotidiano