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Martha olvido y José pasado

Martha olvido se encontró a un José pasado que le quería reclamar, según ella, quimeras. La voz, la mirada, la sonrisa y los dolores eran los mismos, por eso lo reconoció. Pero cuando hablaron del ayer ella no lo podía evocar. Él se sintió abandonado, ¿alguien lo había olvidado?. El ayer perdido en la arena, esfumado en el mar ¿se podía recuperar? Ese ayer formador de amarguras que ella creyó romper con los años, se presentaba para cobrar cuentas pendientes. En ese ayer se erigió un él que prometía mundos y exigía familia. Estaba una ella de 17 años , "desconfiadora" de palabras que terminó creyendo. No hubo sexo y por resultado él se fue, frustrado caminante, a habitar nidos más calientes. Ella, traicionada sentida, se comió lo vivido para expulsarlo, pero se le quedó en la sangre impregnado. Los hombres posteriores quedaron marcados, vacíos. Eran ilusionistas sin ropa debajo de la gabardina, sin cuerpo, sin pene ni pena ni gloria pero completamente disfrutables aunque no pe...

Martha isla y José navegante

Esta historia fue un sueño, lamentablemente luego del sueño llega la vigilia, es decir, el sueño termina. Eso digo yo, pero Martha isla creía firmemente en que los sueños-ilusiones se pueden coger y pasar al mundo de la vigilia, continuarlos para vivirlos... por el momento ambas disentimos y el tiempo hablará. El sueño fue de José navegante, navegante apasionado que se dejaba llevar por la corriente. Tal vez ese dejarse llevar responda a que no asume objetivos, pero él dirá que así es la vida, hay contracorrientes que llevan a otros destinos y uno nada puede hacer. Y tal vez sea así. José navegante navegaba en aguas profundas. A la distancia el cielo perdía su brillo y las nubes se juntaban justo como en esos cuentos en donde va a salir un genio del cielo. Antes del genio, al ritmo de un rayo en cámara lenta, José navegante comenzó a empequeñecer. Si, chiquitito cuerpo mientras su miedo aumentaba. Y es que no me digas que si te sucediera a ti sería como beber coca, claro que el pánico ...

Martha pez y José pez

En este mundo la sumisión es un estado desagradable pero se acepta como imprescindible para mantener una sociedad estamental. Estamental moderna, porque eso si, aquí la religión no existía y las clases, en lugar de ser las típicas del mundo aburrido que conocemos, tienen otros nombres, que no nos importan para el caso; bueno, la verdad es que no los recuerdo, pero haz como si no importara. Dada la repugnancia que evocaba la idea de sumisión, y la lucidez que tenían de la necesidad de dicha situación, los habitantes realizaban un sorteo para determinar cuales iban a ser los roles que tendrían durante los próximos cinco años. El sorteo se efectuaba en la desembocadura del único río de agua salada que habían encontrado. Lo salado se debía a que el río atravesaba un desierto impregnado de rocas de cloruro sodio. Si, lo salado era producto de la contaminación. Lo importante de que el río no fuera dulce, como los demás, radica en los peces que vivían en él. El día 45 de la última etapa de lo...

Martha espera y José árbol

Morir de tristeza no existía en el mundo de Martha, pero si morir de aburrimiento, de espera e inmovilidad. Se casó con la idea de necesitar que el otro la procurara, y así, era común que pasara sus días pensando en cómo la iban a abordar. Lamentablemente para Martha, en su mundo, las mujeres debían de tener la iniciativa. La pasividad femenina nunca había ocurrido, ella era un caso único, y por anormal, mal visto. A los hombres les molestaba que ella no hiciera nada, que dejara de estudiar, que no trabajara... no en un sentido de producción material, sino que realmente desesperaba ver a alguien sentado, en cualquier lugar, sin que aconteciese nada. Luego de muchos años y pocas arrugas, de flaqueza corporal y costumbre al hambre, Martha llegó a una planicie cubierta de trigos enanos, que le llegaban al tobillo. En lo que podría ser el centro de dicho lugar, se erigía un árbol de tronco ancho, ramas largas y fuertes, y hojas de 23 diferentes tonos de verdes. El árbol se encontraba cerca...

Martha gorda y José pequeño

Casi María y José... pero sería demasiada religiosidad y Martha no lo soportaría. Posiblemente se suicidaría si además su hijo fuera un tal Jesús... Primero lo primero suelen decir, pero la verdad que no existe noción de antes y lo siguiente. Tal vez Martha fue María pero si lo fue no nos interesa. Lo que nos llama son las múltiples Marthas encontradas con los múltiples Josés que son ellos mismos repitiendo diversas historias de amor. La primera Martha era gorda, lo cual es una ficción de inicio porque no sé si hay primera, y si lo escribí fue sólo para que se entendiera que son muchas... en fin, retomo: Gorda como los que quieren abarcar mucho para ser visibles por eso, por su opulenta masa. Si, era gorda por egocéntrica y no por incontenible, porque cuando quería no comía pero inmediatamente sabía que la mirada de la gente pasaba de ella, se perdía en los demás. El José que correspondió al tiempo de esta Martha era pequeño como niño y delgado como palo grueso de portería. A José le ...

Si no existiera Cuba

Sin esa isla que pese a mucho aún es el intento de idea de Fidel, no sé qué serías. Acaso hambre olvidada o ficción reconocida. Acaso bonitas y creativas palabras, de esas que azuzan el ingenio y alborotan al corazón; cuento de contemporáneos príncipes azules, de los que nunca llegan porque han dejado de creer en el mundo, porque prefieren salir de compras y dejar el amor para las películas cursis de domingo. Acaso serías lo que eras cuando no me tenías. Tal vez tu vida tendría los matices de antaño, todavía no podrías sentir el color-luz que invade tu cuerpo cuando dejas la ventana abierta para que ingrese a tus sueños. Posiblemente tu risa y brillo de ojos no tendrían la calidad de vida que ahora noto. Sin ese lugar bloqueado que aún mantiene un irónico espíritu de lucha no sé lo que yo sería. Acaso un sueño de mar melancolía tuyo, isla no explorada. Acaso también se modificaría el brillo de mis ojos y emigrarían de mi cuerpo las mariposas que arribaron desde que mi nombre se tornó t...

Soy olvido

Me constituyo de olvidos como de arcilla moldeando mi pelo. Olvidos negros en la trama descontinua de mi vida que hacen que todo me sea novedad. Olvidos que preservan mi capacidad de asombro y tontería, que evidencian mi carencia de salud y falta de consumo de almendras. Olvidos lilas con aroma a vainilla o a té de hierbabuena, amigos de las metidas de pata y risas avergonzadas. Olvidos que evitan el retorno al corazón, que omiten sentimientos palpitantes, fríos o calientes. Soy una construcción de olvidos, fosas rodeando una fortaleza. Olvidos rosas importantes, o ni tanto, no lo sé, bueno, importantes para otros y a veces para mi, pero no hay seguridad en tal afirmación. Olvidos que hacen ver a cualquier tentativa de recuerdo ficticia, risible y absurda. Olvidos como natural suicidio social. A veces tengo olvidos calculados, de esos voluntarios que me permiten caminar sin sentir el desgaste de mis zapatos, la curvatura de mi espalda, las lágrimas de otros o mi cabello negro azab...

Todos somos puercos

* Todos somos puercos, en el pésimo sentido en que pensamos a estos inteligentes y limpios animalitos (¡quiero un puerquito!). Si, somos puercos y hacemos –oing, oing- porque somos una caricaturización del marrano. Ya que nos sentimos como puercos, con toda esa grasa y peso, con toda esa comida dentro, supongamos que queremos invertir con otros puercos. Una vez que tengamos en cuenta nuestro producto, las características precisas para producirlo (herramientas, capital humano, clima, estructura, materias primas…) y nuestras ganancias deseables, podemos voltear al mundo para elegir el país que más convenga a nuestras cochinadas. El primer mundo no es opción, lamentablemente nos tendremos que embarrar en América Latina o África o cualquiera de los otros continentes pobres y desesperados porque les dejemos nuestras migajas. Ok, mentí, seguro que Grecia o Portugal aceptarían con gusto aunque se consideren primermundistas. De cualquiera de estos países sopesaremos los salarios mínimos le...

Tu ausencia sabe a locura

* Y no sólo fueron los minutos por ser minutos, ni las horas por ser simples convenciones sociales, Fue la forma en la que estuve a tu espera, la manera trágica de pensar tu no llegada. No sólo fue el estúpido deseo de no atreverme, de no quererme acompañada, Fue golpear este cansativo túmulo para propiciar nuestra hallada. Y sin saber qué hacer con la distancia me ganaron las ganas: Mirada extraña tras mirada extraña te veía, te tocaba, te besaba y te amaba. Y no sólo fueron los minutos por ser minutos, Repito, Fue imaginar tu calor a mi lado sin tenerte. *Imagen en http://www.cofregrafico.com/arte-callejero-alrededor-del-mundo/

E agora José?

A propósito do poema de Carlos Drummond de Andrade José acorda e fica na cama, minutos, sem pensar em nada, horas, com a mente detida num ponto branco, anos que se esgotam exigindo o início, uma segunda oportunidade, para remendar os erros, embora os fios acabaram. Existe a certeza de que esse corpo tem vida pelo movimento quase imperceptível do seu peito. Se não fosse pela fome, sintoma subtil de quem ainda quer andar, seria como um dos imortais de Borges: Seria como aquele inextinguível que fica deitado no chão sem se mover, sem se importar com a chuva, com o frio ou com o calor; como aquele eterno que permanece com um ninho no ventre, com a pele cinzenta, sem falar, tentando esquecer a vida. Só pela exigência do corpo, forte fome, é que se põe de pé, vagarosamente, e volta a caminhar. Na rua, as pessoas olham para ele com pena. Às suas costas o rumo dos homens o trata por perdedor, vencido, e é o que ele é. Antes, há séculos, todas as mulheres o admiravam, gostavam do brilho no...